Columna semanal de Manuel Alcántara, La esquina desnuda, en Salamanca rtv al dia.
Entre las distintas funciones que se asignan a las elecciones hay dos más sobresalientes: canalizar la representación y formar gobierno. Sobre ambas cabe aproximarse teniendo en cuenta datos concretos o especulaciones más o menos fundadas en determinadas evidencias.
Las certezas que traen consigo los resultados de los comicios del domingo confirman buena parte de aspectos conocidos del sistema político español enraizados desde 1979 o derivados de la profunda brecha abierta tras las elecciones de 2015: los desajustes en la proporcionalidad del voto por mantener la provincia como circunscripción (el PACMA es el 9º partido en número de votos y, sin embargo, se queda sin representación habiendo cinco partidos con menor número de votos que sí la han obtenido); una participación electoral relativamente estable con picos históricos entre el 67% y el 77% y ahora del 75,8%; la diferenciación del voto en Cataluña, el País Vasco y, en menor medida Canarias, Galicia y Navarra, con el resto de España; el incremento de la fragmentación con un número efectivo de partidos que no deja de crecer. Pero ¿hay algo más preciso del comportamiento del electorado fuera de la aparición de un nuevo partido a nivel nacional?